jueves, 19 de noviembre de 2020

¡Filosofía, feliz día!

 

En el año 2005 la UNESCO decidió honrar al tercer jueves de cada Noviembre como Día Mundial de la Filosofía. Semejante reconocimiento nos invita a poner la atención sobre esta particular producción discursiva, haciéndolo en la forma en que a ella le resulta inherente, es decir, preguntándonos: ¿en qué radica la importancia de la filosofía? 

Observando históricamente el devenir de lo humano, apreciaremos que la filosofía se empareja ante las demás dimensiones del hábitat cultural sin, empero, igualarse a ninguna de ellas. La ciencia cesa cuando la necesidad es satisfecha o el problema fáctico es resuelto, el arte cesa cuando el consuelo estético (gozo o desahogo) es alcanzado, la religión cesa cuando la certidumbre del dogma acompaña o silencia las expectativas de la fe, la psicología cesa cuando los límites de la subjetividad son vislumbrados… Sin embargo, la búsqueda de sentido para ese vivir, al que todas estas actividades proveen su carácter de humano, no cesa nunca. En ella se ocupa, esperanzada y prudente al mismo tiempo, la filosofía. Diciéndolo en palabras de José Ortega y Gasset: “la filosofía es algo… inevitable”, pues ella plantea el desafío definitorio de la condición humana: la indagación por la racionalidad de nuestros actos. Saber por qué hay que hacer lo que se hace; comprender por qué lo que hay que hacer podría ser la mejor de las acciones posibles: ¿qué ser humano no se topa con estos deseos en algún momento de su tránsito por el mundo?    

Filosofar es querer trazar flechas de sentido racional sobre el plano infinito de los hechos y sus interpretaciones, encarando la desmesurada y maravillosa aventura de justificar con una causa (por qué) y un efecto (para qué) el hilado consciente de la trama de nuestra biografía, y el de ella con las otras personas, con las cosas y con los misterios de nuestra existencia marcada por la finitud. 

Más aún: buscar dicho sentido existencial filosóficamente no es tarea realizada si no se complementa con la de evidenciar los resultados -por nimios que  fueren- de tal búsqueda. Recordemos que la etimología de teoría nos remite a desfile o procesión, esto es, a poner ante la vista de todos cuanto hay disponible. Teorizar consiste en desarrollar una peculiar especulación conceptual para, luego, plasmarla en un discurso explicativo y argumental. En el silencio la sabiduría no vive, en el misterio extático la filosofía no crece: este es el legado civilizatorio perenne que nos hizo la antigüedad griega. El pensamiento lógico cobra humana dimensión al discurrir en palabras, poniendo en comunidad -¡inaugurando la condición de prójimos!-, a través de la práctica dialógica, las divergentes u opuestas opiniones. Filosofar es amar el saber pero en compañía, esto es, asumiendo las contramarchas y críticas del conocimiento revisado en lugar de acallarlas misteriosamente en el concluyente trance indecible.

Ideal proclamado incluso si no aprehendido, horizonte perseguido aun si nunca alcanzado: la sabiduría es aquello que ama, aquello a lo que tiende con todo su ser la persona que abraza vivencialmente, por sí y para sí, la interrogación filosófica. ¿Qué recibe quien se aventura a esta búsqueda, a cambio de asumir, a cada paso, la inquietud de nunca contar con la certeza de consumación de este amor? Ni más ni menos que el crecimiento de su condición humana. 

Filosofar es confrontarnos con nuestra propia ignorancia y volvernos más libres,  ganándonos nuestra autonomía en el descubrimiento permanente de nuestra falencia, abriéndonos a nuestra plenitud en el replanteo incesante de nuestra carencia. Al pensar sin condiciones, al pensar más allá de lo naturalizado y al pensar en la razón concebible de la experiencia obvia nos elevamos intelectualmente. En virtud de tal elevación, nos dignificamos como humanos, más allá de los resultados de nuestra pesquisa, pues, como decía Karl Jaspers, en ese proceso “no es sólo mi saber, sino la conciencia de mí mismo lo que cambia”.

En la perenne aspiración a dotar a nuestras vidas del valor de la razonabilidad, confluyen el crecimiento de la consciencia personal y el de los lazos de humana comunidad. Pareciera que hemos encontrado una valiosa respuesta a la pregunta que iniciaba estas líneas: ¡Bien merecido feliz día, Filosofía!


                      Jorge Oscar Veliz - Director                                 Alejo Iglesias - Profesor










No hay comentarios:

Publicar un comentario