miércoles, 2 de diciembre de 2020

El Médico y su Día

 

FUNDEPP  

Escuela de Filosofía El Liceo - Instituto Dr. René Favaloro

 

Camagüey es una antigua ciudad situada en una pintoresca comarca de la isla de Cuba, cuna de notables, entre ellos la del ilustre Carlos Finlay (1833-1915), médico que descubrió la causa de la fiebre amarilla. Fue en homenaje a su natalicio que la Organización Panamericana de la Salud, en 1953 proclamara al 3 de diciembre como el Día del Médico. 

Seguramente, si no estuviéramos en pandemia y los médicos no estuviesen aún librando quizá la batalla más dura a nivel sanitario de la última centuria, es decir, si las circunstancias no pusieran en evidencia el heroísmo médico, hubiese sido una efeméride más y el simple saludo resultaría suficiente tributo en este día.  Pero creo que, en esta ocasión, ni para el más indolente, ni para el más distraído, lo manifiesten o no, pasará inadvertida esta Odisea sanitaria librada por nuestros Ulises de guardapolvo blanco.  

Honramos con gratitud la entrega heroica de la gran familia médica y sus auxiliares, que cuenta angustiada sus muertos sin duelo nacional alguno. 

Sin dejar de considerar contextos ni méritos bien ganados, siempre el fervor popular acompañó más a sus ídolos que a sus médicos, en otras palabras, los intelectuales nunca fueron ídolos. Y esto no es nuevo, forma parte de la idiosincrasia humana, veta que llama a reflexión y a una hipótesis sobre el por qué cautiva más lo que brilla que lo que alumbra.  

A propósito de ello, vemos que Ulises contó con la genialidad de Homero para inmortalizar su gesta, pero en el campo de la ciencia, ni Asclepio, el dios de la medicina que resucitaba a los muertos, ni Hipócrates, padre de la medicina, contaron con un Homero que los encumbrara en la conciencia popular.   

Cómo en estas circunstancias no recordar al célebre Dr. René Favaloro, quien con su genialidad logró que se salvaran miles de vidas, quien por su amor a la Patria optó por el reto de ser el impulsor de una ciencia de vanguardia en sus pagos en lugar de los honores y beneficios asegurados en otras latitudes. Fue un libre pensador, un demócrata a quien la política tempranamente le mostró sus dientes al confrontarlo con doctrinas ajenas a su pensar y sentir. No importó lo suficiente su trayectoria profesional, aquella que marcó un hito médico mundial en el tratamiento quirúrgico de la patología coronaria, ni tampoco su visión sobre la excelencia que proponía y por la cual luchaba. Cuando el arte de la política no tiene nada que ver con el bien común, el arte de curar se queda sin un aliado trascendente en su humana labor. La enorme pesadumbre ocasionada por los desencuentros, el desencanto político y las dificultades financieras, minaron sus energías, sus ilusiones y hasta su deseo de vivir. 

El 29 de julio de 2000, “cansado de ser un mendigo en su propio país” el Dr. Favaloro toma la drástica decisión de poner su corazón al alcance de un disparo. ¡Qué paradoja! 

En una de sus notas dirigida a las “autoridades competentes”, entre los por qué de su decisión manifestaba que “la sociedad argentina necesitaba de su muerte para tomar conciencia de los problemas en los que estaba envuelta...”. 

¡Qué tremendo! ¡Qué conmoción! ¡Qué pérdida! ¡Qué enorme pena! 

¿Pero, tomamos conciencia de cuáles son los problemas a los que aludía aquel hombre probo?  ¿Qué es lo que nos impide erguirnos como una nación próspera? ¿Valió de algo semejante sacrificio? 

Cada cual tendrá su respuesta. Pero me pregunto si realmente fue este ilustre médico quien apretó el gatillo o fue como en el caso de la muerte de Asclepio(*), obra de un poder superior no conforme con su accionar y su prédica. 

Para concluir, la memoria de la medicina y de los médicos merece un mensaje a la altura de las bondades de esta sacrificada profesión y éste dice que, a pesar de lo mal paga que resulta, la medicina se eleva como la flor de loto desde las turbias aguas como “la más bella de las artes y la más noble de las profesiones”.  

 

(*) Zeus, temeroso de que el inframundo se quedara sin los muertos que resucitaba Asclepio y esto alterara el orden y le ocasionara un conflicto con su hermano Hades, mató con uno de sus rayos al notable Asclepio. 

 

Dr. Jorge Oscar Veliz






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