“Atrévete a valerte de tu propia razón”
I. Kant
Concluíamos la columna anterior
preguntándonos: ¿Qué mejor oportunidad para -como propone la filosofía
taoísta- “hacer girar la luz” y mirar
hacia nuestro interior?
Es plausible que luego de los
pasatiempos inventados para sobrellevar la larga espera llegue el momento,
previsto o impensado, de mirarnos dentro; si eso ocurre, qué importante será
que esa luz irradie benevolencia. Nuestra cotidianeidad ejerce
demasiada tensión como para sumarnos cargas adicionales. Sin embargo, ahora que
la salida al mundo está casi clausurada, podemos, desde lo profundo de nuestro refugio
interior, convocar a nuestra propia potencia filosófica que, aunque frecuentemente
descuidada en la sombra, nos acompaña desde el primer día. Volvamos allí para
intentar administrar con lucidez la andanada de información que recibimos y sus
efectos sobre nuestro ánimo: procuremos “separar la paja del
trigo”.
En este revuelto pajonal de información, la divulgación
filosófica también debe ser trillada con atención.
Sopa de Wuhan es un compendio de edición virtual (Revista ASPO) firmado por varios autores de notoriedad internacional.
En sus páginas se suceden distintas interpretaciones del fenómeno de la
cuarentena y su extensión planetaria. Su lectura produce, al menos, una gran
sorpresa: estos referentes de la filosofía se lanzan a señalar la vigencia o
decadencia de tendencias ideológicas, doctrinas políticas y sistemas
financieros como si se tratara de procesos automáticos, como si consistieran en
actos sin autor. Nada dicen del impacto que estas circunstancias inéditas podrían
producir en la conciencia y sus dimensiones psico-espirituales; nada dejan
abierto a cada particularidad cultural sobre la que se instala la enfermedad (o
su sola amenaza) con sus diversos efectos.
Oportuno se vuelve aquel anuncio que Herbert Spencer lanzara en el S. XIX,
previendo la llegada de la era de las masas: “La vida social es el resultado
colectivo de los pensamientos individuales”.
Que el pensar filosófico analice este momento de alteración social basándose
en la
indiferenciación personal llama nuestra atención. Nos impulsa a recordar que en
la masa se desvanece el Yo y nace el anonimato, que el anonimato potencia la
irresponsabilidad y que, perdida ésta, cada subjetividad y su comunidad
comienzan a deshacer la trama que las liga. Pareciera
que el filosofar, reducido a discurso editorial, se ha vuelto incapaz de volver
sobre sus propios supuestos históricos y conceptuales, traicionando así su
propia aspiración de pensar siempre más allá de lo obvio…
Si acaso la filosofía mediática, como tantos otros productos culturales,
estuviera acatando los límites tendenciosos de nuestra época, todavía -y por
siempre- nos queda el
gran don, es decir, la posibilidad de filosofar: el regreso a nuestro gran
refugio interior, donde la consciencia adquiere realidad cada vez que es convocada
por la reflexión.
El Signo de Interrogación te propone seguir pensando:
¿Lográs
acudir a tu gran refugio interior en estos tiempos de crisis?
¿Cuál es tu
criterio para “separar la paja del trigo” ante tantas opiniones e interpretaciones
sobre la pandemia y la cuarentena?
¿Nos es
posible discernir, desde nuestra situación de aislamiento social, información
necesaria de información nociva?
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