viernes, 17 de abril de 2020

El gran refugio interior




                                                                            “Atrévete a valerte de tu propia razón
                                                                                                                   I. Kant

Concluíamos la columna anterior preguntándonos: ¿Qué mejor oportunidad para -como propone la filosofía taoísta- “hacer girar la luz” y mirar hacia nuestro interior?  
Es plausible que luego de los pasatiempos inventados para sobrellevar la larga espera llegue el momento, previsto o impensado, de mirarnos dentro; si eso ocurre, qué importante será que esa luz irradie benevolencia.  Nuestra cotidianeidad ejerce demasiada tensión como para sumarnos cargas adicionales. Sin embargo, ahora que la salida al mundo está casi clausurada, podemos, desde lo profundo de nuestro refugio interior, convocar a nuestra propia potencia filosófica que, aunque frecuentemente descuidada en la sombra, nos acompaña desde el primer día. Volvamos allí para intentar administrar con lucidez la andanada de información que recibimos y sus efectos sobre nuestro ánimo: procuremos “separar la paja del trigo”.   
En este revuelto pajonal de información, la divulgación filosófica también debe ser trillada con atención.
Sopa de Wuhan es  un compendio de edición virtual (Revista ASPO) firmado por varios autores de notoriedad internacional. En sus páginas se suceden distintas interpretaciones del fenómeno de la cuarentena y su extensión planetaria. Su lectura produce, al menos, una gran sorpresa: estos referentes de la filosofía se lanzan a señalar la vigencia o decadencia de tendencias ideológicas, doctrinas políticas y sistemas financieros como si se tratara de procesos automáticos, como si consistieran en actos sin autor. Nada dicen del impacto que estas circunstancias inéditas podrían producir en la conciencia y sus dimensiones psico-espirituales; nada dejan abierto a cada particularidad cultural sobre la que se instala la enfermedad (o su sola amenaza) con sus diversos efectos. 
Oportuno se vuelve aquel anuncio que Herbert Spencer lanzara en el S. XIX, previendo la llegada de la era de las masas: “La vida social es el resultado colectivo de los pensamientos individuales”.
Que el pensar filosófico analice este momento de alteración social basándose en la indiferenciación personal llama nuestra atención. Nos impulsa a recordar que en la masa se desvanece el Yo y nace el anonimato, que el anonimato potencia la irresponsabilidad y que, perdida ésta, cada subjetividad y su comunidad comienzan a deshacer la trama que las liga.  Pareciera que el filosofar, reducido a discurso editorial, se ha vuelto incapaz de volver sobre sus propios supuestos históricos y conceptuales, traicionando así su propia aspiración de pensar siempre más allá de lo obvio… 
Si acaso la filosofía mediática, como tantos otros productos culturales, estuviera acatando los límites tendenciosos de nuestra época, todavía -y por siempre- nos queda el gran don, es decir, la posibilidad de filosofar: el regreso a nuestro gran refugio interior, donde la consciencia adquiere realidad cada vez que es convocada por la reflexión.  

El Signo de Interrogación te propone seguir pensando:
¿Lográs acudir a tu gran refugio interior en estos tiempos de crisis?
¿Cuál es tu criterio para “separar la paja del trigo” ante tantas opiniones e interpretaciones sobre la pandemia y la cuarentena?
¿Nos es posible discernir, desde nuestra situación de aislamiento social, información necesaria de información nociva?



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