Mis pies se pueden aherrojar y mis manos encadenar
pero nadie puede esclavizar mi pensamiento porque es libre:
pero nadie puede esclavizar mi pensamiento porque es libre:
Vida, Libertad y Pensamiento son una sola cosa eterna.
Khalil Gibran
Épocas de crisis acarrean tiempo de pensamiento: cuando el mundo -ese
hábitat de certeza que construimos con cimientos de costumbre y paredes de
cultura- es sacudido por lo imprevisto, cada paso que damos en su interior nos
lleva a descubrir riesgos inadvertidos, a recobrar cautelas atrofiadas, a
desenterrar novedades olvidadas.
La pandemia que asola al planeta nos alcanza como un súbito vendaval de
incertidumbre: sus orígenes son misteriosos, sus alcances son imprevisibles,
sus interpretaciones son polémicas. Noticieros que informan y desinforman,
fuentes médicas de visiones encontradas, disputas ideológicas ante el
acontecimiento y autoridades políticas que trazan un mapa normativo inédito: cada
jornada va redefiniendo nuevos límites para nuestro comportamiento individual y
social. Alteramos nuestras rutinas desde los más nimios detalles materiales
hasta las más profundas estructuras anímicas. Desestructurado el tiempo e
inhabilitado el espacio común, nuestra percepción comienza a redescubrir cuán
complejo es el proceso que le da cierto sentido a nuestro paso -y paseo- por la
existencia. Reprimido el entusiasmo y retraída la espontaneidad, nuestra
emotividad, memoriosa, nos reprende por no haber atendido a sus reclamos, por
la postergación del encuentro físico con nuestros afectos, con nuestros
lugares, con nuestros prójimos.
Sin avisarnos y sin consultarnos, ineludibles condiciones de vida ponen en
duda imaginarias convicciones, aquellas que -hasta hace apenas horas- se
atribuían el pleno dominio sobre su pensar, su decir y su hacer.
¿Acaso palpita un aprendizaje tras tanto deseo postergado, tanto proyecto
interrumpido y tanta prisa relegada? ¿Es la actual cuarentena una ocasión propicia
para revisar, una vez más, el concepto de libertad?
Nos hallamos cumpliendo restricciones que no consentimos mientras buscamos
certezas que no encontramos: ¿Qué mejor oportunidad para -como propone la
filosofía taoísta- “hacer girar la luz” y mirar hacia nuestro interior,
hacia donde nuestra plenitud permanece condicionada y a la espera de ser
reconocida y liberada, luego de una larga historia de elusiones y excusas? La
necesidad, la urgencia o no, la libertad de responder quiénes seremos ante la
interpelación de las actuales circunstancias persiste allí, intacta.
Tal vez esta cuarentena que no nos deja encontrar con nadie, haga posible
que -si nos atrevemos- nos encontremos con nosotros mismos.
El Signo de Interrogación te propone seguir pensando:
. ¿Aprovechás este tiempo de aislamiento social para
practicar la introspección o la consideras improductiva?
. ¿Está cambiando tu concepto de ocio, de entretenimiento,
de aburrimiento y de placer?
. ¿Qué factores de tu cotidianeidad, tal como era antes de
ser transformada por las prohibiciones y las alarmas, te resulta prioritario
recuperar? ¿A qué se debe esa importancia?
. ¿Pensás que mañana serás la misma persona de ayer?
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