sábado, 25 de abril de 2020

La senda de la razón


“Se puede tener por compañera la fantasía, 
pero se debe tener como guía a la razón”  
Samuel Johnson, escritor inglés.

En el artículo anterior, El gran refugio interior, nos referíamos a la oportunidad que nos presentan las actuales circunstancias para convocar a nuestra propia potencia filosófica que, aunque frecuentemente adormilada, nos acompaña desde el primer día. Ya despierta, debemos considerar que el valernos de nuestra propia razón es todo un desafío, ya que no se trata de la razón del antojo sino de la lógica de la razón, aquella que forja un pensar renuente a las verdades absolutas.   
¿En qué basamos nuestra razón? ¿De qué color es el cristal con el que nos miramos, de qué color con el que juzgamos?  
Partiendo de que nuestra visión universal del hombre confronta con el reduccionismo dogmático que lo somete, el principal objetivo de nuestra escuela de filosofía es propiciar el desarrollo del pensamiento crítico. Se debe saber que, si elegimos la senda de los libres pensadores, aquella que lleva a la propia razón como nos invita Kant, uno de los primeros escollos a sortear serán nuestros prejuicios.  La filosofía nos desafía a revisarlo todo y esa premisa incluye nuestras raíces culturales. Como eslabones de una larga cadena transgeneracional hemos sido templados al fuego de sus peculiaridades y cada razón estará condicionada por ese revenido, a menos que logremos “hacer girar la luz”.   
Bien lo explica Sigmund Freud en Moisés y el monoteísmo, al manifestar: “la herencia arcaica del hombre no sólo comprende predisposiciones, sino también contenidos ideáticos de trazos mnésicos que dejaron las experiencias hechas por las generaciones anteriores”.
Si salimos en busca de nuestra propia razón, ¿Cómo revisaremos sus fundamentos, desde qué perspectiva los examinaremos? 
El sacerdote le pregunta a la pitonisa - ¿Por qué habiendo rezado tanto no he logrado ver la luz? – Ella le respondió – “Puedes haber rezado mucho, pero te has elevado poco. Sirva esta anécdota para comprender que el ejercicio reflexivo sin elevación de consciencia, redundará en una visión sesgada o tendenciosa de aquello que es motivo de análisis. 
Khalil Gibran se preguntaba  dónde podía  encontrar un hombre gobernado por la razón y no por los hábitos y los deseos. René Descartes opinaba que no existía nada repartido de modo más equitativo que la razón: todo el mundo está convencido de tener suficiente. Pienso que el camino cierto hacia la razón se hace dudoso cuando cuestiona a la propia.

                                                                                             Dr. Jorge O. Veliz
Escuela de Filosofía El Liceo


El Signo de Interrogación te invita a seguir pensando:
¿Conocés alguna persona de esas que buscaba Khalil Gibran? ¿A qué creés que se deba que sea tan difícil encontrarla?
¿Has puesto en duda tu propia razón? ¿Ante qué situación?
¿Creés que tu razón ve a través de los mismos cristales cuando mirás al mundo que cuando mirás a tu interior?






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