Al
escéptico ocurrió con la felicidad
lo que a aquel pintor que, teniendo poco éxito
en pintar la baba de un caballo,
arrojó
frustrado su esponja sobre el cuadro y ésta,
al
chocar con el paño, plasmó dicha baba.
Sexto Empírico
El escepticismo registra un desarrollo
históricamente amplio de su doctrina, a lo largo del cual ésta fue adquiriendo
distintos grados y matices: desde la de Pirrón de Elis (S. IV a.C.) hasta la de
Sexto Empírico (S. III d.C.). Desde sus orígenes, la renuncia al juicio (afasia) marcó el radicalismo de su
planteo teórico, trasladando la cuestión ética -es decir: ¿en qué consiste
vivir bien?- a las arenas epistémicas -es decir: ¿en qué consiste conocer
bien?-.
Los escépticos asumen que la felicidad consiste
en la imperturbabilidad del ánimo (ataraxia)
y que filosofar consiste en pensar cómo alcanzar dicha experiencia, pero, a
diferencia de las otras escuelas, no buscan alcanzar un nivel de comprensión
(cósmica o práctica) sobre el cual basar ese estado anímico. Por el contrario,
interpretan a la búsqueda de conocimiento como un proceso en el cual toda
aspiración a la calma anímica resulta frustrada: mientras investigamos nuestra
realidad en persecución de la verdad no hacemos más que extraviar nuestro
bienestar. Esto es así porque cada respuesta conduce a una nueva pregunta, cada
evidencia recibe el embate de una imprevista duda… Los sentidos pueden percibir
inadecuadamente, los razonamientos abstractos pueden no tener correspondencia
alguna con la realidad concreta, el consenso universal que erradique la polémica
es imposible de alcanzar… Nuestro ánimo no encuentra, ni por sí mismo ni junto
a otros, certeza sobre la cual reposar.
El escéptico es un sujeto que duda o
está en desacuerdo con lo que es aceptado como verdad objetiva, pues sostiene
que la emisión de todo juicio depende del sujeto que estudia y no del objeto
estudiado. Un escéptico diría “mi día ha sido hermoso” y no “el día
ha sido hermoso”: se trata de emitir opiniones y no juicios, es decir, de
no abandonar la disposición a la epojé (suspensión
del juicio).
El aquietamiento espiritual sólo puede
ser alcanzado suspendiendo el asentimiento a todo juicio definitivo. Esto no
quiere decir que escéptica (skeptikoi:
quien no cesa de examinar) sea la persona que posterga indefinidamente toda
resolución, apartándose del fluir práctico de la vida; escéptica es aquella que
hace de la prudencia su regla de conducta, es decir, aquella que delinea y
valora sus opiniones y acciones según el criterio de lo plausible, poniéndolo en
lugar del criterio de lo certero.
El conocimiento al que aspira el
escepticismo es aquel consciente de sus propias falencias, esto es, uno capaz
de acotar su aspiración a lo verdadero en los límites de lo verosímil.
La verosimilitud representa un grado de
conocimiento -lo plausible- y un factor de decisión práctica -lo persuasivo- muy
distinto a la verdad -lo innegable-. Como grado de conocimiento, lo verosímil
implica el sometimiento de toda certeza (de nivel teórico o empírico) a
constante revisión: es el remedio contra cualquier grado de dogmatismo. Como
factor de decisión práctica, lo verosímil exige la superación del aislamiento
que cualquier convicción particular (por doctrina o experiencia) implica: es la
protección contra cualquier grado de intolerancia.
El escepticismo no niega el hecho de que
nuestra condición existencial nos reta constantemente a tomar decisiones; somos
identidades en desarrollo que dependen de cada una de ellas y, como seres
vivos, no podríamos eludirlas o aplazarlas indefinidamente. Para los escépticos,
cada una de ellas debe ser afrontada desde una individualista incredulidad: la
irreductible dimensión personal debe preservarse tanto al conocer como al
actuar. Así, habremos renunciado a la pretensión de poder conocer la realidad
objetiva y, por ello, de imponer La Verdad.
¿Te consideras una persona escéptica?
¿Crees que la única opción al
escepticismo es el dogmatismo?
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